martes, 26 de junio de 2012

Terroristas y racistas.

Hay dos palabras que están muy relacionadas no por el significado lingüístico que tienen, sino por el significado político que se les atribuye:
  • Terroristas: Es el nombre que la propaganda da a la resistencia armada de un país invadido militarmente, como la resistencia de Afganistán, Iraq o Palestina.
  • Racistas: Es el nombre que la propaganda da a la resistencia pacífica de un país invadido con la invasión inmigrante, como los identitarios de los países occidentales, o esa madre del metro inglesa famosa en Youtube.
“Aquél que salva su nación no violará regla alguna” (Napoleón).
Ambas expresiones son evidentemente armas de propaganda lingüística. No hay nada moralmente criticable en los que llaman terroristas ni en los que llaman racistas pues lo único que hacen es defender sus naciones de la invasión militar y de la colonización poblacional, respectivamente, pues tienen derecho según la moral natural de defender el propio territorio de invasiones extranjeras del tipo que sean, militares o aparentemente “pacíficas”. Por lo tanto, conceder a esas dos palabras cualquier atisbo de legitimidad es demostrar una gilipollez enorme, propia de borregos cuya principal preocupación es repetir lo que dice la TV, o un colaboracionismo con el enemigo muy claro.
El objetivo de estas palabras es, en el primer caso, convencer o manipular a la población de los países que ponen los medios materiales y personales (ejércitos de ocupación) para que sigan contribuyendo a la invasión militar de otros países, y en el segundo caso, el de engañar a la población para que no opongan resistencia a la invasión inmigrante y a su destrucción nacional y racial.
Estas armas de propaganda lingüística sirven al enemigo mundialista en su afán explotador y esquilmador de las naciones del mundo, pues el capitalismo debido a su aberrante sistema monetario que requiere el crecimiento indefinido, necesita expoliar los recursos naturales (petróleo, gas natural), y para ello, ha de fortalecer su posición geopolítica o penetración política-militar en las regiones estratégicamente importantes como Oriente Medio o Asia Central. También para lumpenizar con inmigrantes tercermundistas el mercado laboral en los países occidentales para maximizar los beneficios empresariales, o por motivos de ingeniería social (mezcla racial) para fortalecer el dominio de la casta parásita gobernante destruyendo la homogeneidad poblacional de los países víctimas de la invasión inmigrante.
Lo grotesco es que esta doble propaganda va dirigida a la misma población, que según el caso hacen de manera simultánea el papel de tontos útiles y arma de la invasión contra otros países, al mismo tiempo que son víctimas de la invasión inmigrante desde otros países, tal es la fuerza de la propaganda alcanzada por los medios de manipulación modernos (TV, radio, cine, prensa), y favorecida por la debilidad de una población debilitada tras décadas de ablandamiento moral, social y cultural, por la propaganda mediática y de la industria del entretenimiento, el sistema deseducativo y el ataque a la moralidad y fomento del hedonismo. Sólo la libertad de Internet, aunque cada vez más acosada, hace frente a toda esta propaganda, así como el deseo de una minoría de librepensadores por encontrar la verdad y de liberarse de la propaganda y las mentiras.

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