domingo, 24 de febrero de 2013

EL BOXEO SE MUERE POCO A POCO...



La cita olímpica de Londres 2012 muestra poco interés por el boxeo, un deporte por el que han desfilado muchos que después fueron campeones del mundo profesional. 

El boxeo viaja hacia la muerte, aunque todavía queden en Estados Unidos promotores que mantengan la llama de este deporte. De los juegos ya no salen las grandes estrellas mundiales.

La lista de grandes campeones olímpicos contiene nombres tan importantes en esta disciplina como Joe Frazier, Floyd Patterson, George Foreman, Sugar Ray Leonard, Óscar de la Hoya, Pascual Pérez, Lazlo Pap y Nino Benvenuti.

Los dos españoles que han participado en los juegos, y no han pasado del primer combate, Jonathan Alonso y José Kelvin de la Nieve, ambos de origen dominicano, son la excusa para que el nombre de España figure en los torneos «amateurs» de Europa. Son la coartada para que su federación se mantenga en pie.
El boxeo no necesita que nadie lo prohíba. Se está muriendo solo.

Los viejos cronistas vieron en Madrid cómo se pasó del Estadio Metropolitano a la plaza de Las Ventas, de aquí al Palacio de los Deportes, posteriormente al pabellón del Real Madrid y, al final, a un salón especializado en bodas bautizos y comuniones. De cincuenta mil personas a quinientas.

En Barcelona, los grandes gimnasios promovían púgiles de las diversas categorías y campeones de Europa. En uno de ellos, además, nació el Fútbol Club Barcelona. En Valencia hubo años de llenos en la plaza de toros en veladas sabatinas. Dos redactores de «El Mercantil» eran los maestros en el montaje de grandes combates.

Uzcudum, Sangchilli, Genovés y Martínez de Alfara, por poner unos ejemplos, fueron cabezas de cartel que llenaron recintos deportivos. En Valencia hubo boxeo hasta en el cine Princesa. Pepín García Álvarez, Llácer, Tamarit, Folgado y Ben Buker acapararon los últimos días de brillantez de este deporte. Luis Romero, Luis de Santiago, Fred Galiana, Luis Folledo, José Legrá, Pedro Carrasco, Durán, Sombrita y Hernández fueron cerrando los tiempos de bonanza con los efímeros Perico Fernández y Urtain. Policarpo Díaz «el Potro de Vallecas» y Javier Castillejo han sido los últimos boxeadores medianamente conocidos y que han ido marcando la ­caída libre del boxeo.

En los juegos aún hay, de vez en cuando, algún competidor que, posteriormente, asoma a las carteleras profesionales de Estados Unidos, donde aún es posible compartir la bolsa con avispados promotores. Nunca los guantazos.

Cuba mostró al mundo los últimos grandes a quienes no les fue permitido pasar al profesionalismo. Teófilo Stevenson y Félix Savón, triples campeones olímpicos en los pesos grandes, han mantenido en Cuba el boxeo de estado ya desaparecido en el este de Europa, y que fue potenciado por el sistema comunista.

El boxeo es deporte que ha contado con grandes escritores, como Conan Doyle, Truman Capote, Ernest Heminway o Julio Cortázar. En el cine negro, especialidad a que se ha prestado tantas veces, ha obtenido grandes reconocimientos. «Más dura será la caída», «Marcado por el odio» –sobre la vida de Rocky Graziano, que inmortalizó Paul Newman–, «El ídolo de barro», «Toro salvaje», «El hombre tranquilo» y «Campeón» son muestra de una cinematografía de primer orden. Literatura y cine serán la vida eterna de un deporte que ni siquiera olímpicamente despierta gran interés en las masas.

Julián García Candau

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