lunes, 22 de abril de 2013

Reflexión de Juan Pablo Vitali.


¿De qué sirve apretar los dientes, agitar viejos símbolos gastados, levantar el rostro con soberbia? ¿De qué sirve todo eso? Si no tenemos estilo, ni arte, ni literatura, ni podemos conformar una comunidad real. Si ya no podemos generar una cultura, ni extender nuestra fuerza y nuestro espíritu sobre el territorio, donde nuestros antepasados forjaron una hermosa patria.

Me preguntó para qué sirve medir el mundo con una ideología, si el ser de las cosas está más allá de la ideología. El ser es igual a sí mismo y se desarrolla en la acción cuando esta responde a un orden justo, a unas conductas precisas, a unos sentimientos y a unos pensamientos vinculados a una voluntad sabiamente ejercida. No es en el manual donde se encuentran las conductas. Ni son los administradores de manuales de doctrina quienes crean un mundo. 

Existe un estado del hombre en el cual la vida es capaz de crear algo elevado. Una estética, un alma en común, una convivencia. Muchos repiten las palabras: historia, sangre, cultura, pero no las comprenden ni las cultivan. Muchos levantan banderas inútiles, porque por debajo de esas banderas responden y pertenecen a un contexto distinto, donde se mueven con unas pautas que no son distintas a las de los demás.

Nadie puede imponer a otro un camino espiritual. Nadie puede ser campeón de una idea si la traiciona, cuando busca por ejemplo el dinero necesario para sostenerla. Sería mejor que esa persona fuera realista y buscara un equilibrio entre sus necesidades materiales y la idea que predica. No es bueno mentir a quienes consideramos camaradas de ruta.

Es asombroso hablar con la misma persona después de años y comprobar que no ha aprendido nada, y que nos dice las mismas cosas elementales que años atrás. Es como si un escultor después de años nos mostrara la misma forma elemental que el primer día de taller.

Una cultura en decadencia se vuelve torpe, básica, superficial. Hasta los que dicen defenderla lo hacen de un modo básico, repetitivo, vacío y falto de creatividad. Prudencia y sentido común  no van en contra de la firmeza, antes bien nos sitúan en una mejor posición, nos conservan el buen criterio, nos forjan una disciplina interior. No juzguemos a la estupidez y a la temeridad como valentía. Hay delincuentes y dementes que las tienen, y no por eso dejan de ser lo que son. Hay gente que mata lo que ama. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario