No hay cosa para mi más grata que acudir a José Antonio (J.A.) para responder a los que se definen como “Joseantonianos” a la vez que se refugian en acomodadas posiciones democráticas para defensa de la propia democracia. Son notorias, por parte de estos autodenominados Joseantonianos, las críticas al Estado totalitario y autoritario, ignorando que el sentimiento nacional sindicalista lo que trata de implantar de manera revolucionaria es una Estado Totalitario Sindical dentro de un Régimen Totalitario Nacional. También es notoria su obsesión permanente por declararse antifascistas, posiblemente para ganarse la etiqueta de demócratas, dado que en el biotipo en que la democracia ha convertido a España, a todo lo malo o a lo que no favorece a los “demócratas” lo denominan fascismo, ignorando lo que fue el fascismo en Italia y lo que José Antonio manifestaba sobre él, en un claro ejercicio de admiración critica como punto de partida.
Sobre el fascismo en relación con el pensamiento de J.A. hablaremos en próximos trabajos, en el que hacemos con estos comentarios que nos ocupan, nos limitaremos a copiar textualmente parte del legado literario de J.A. relacionado con la democracia, el totalitarismo, y el autoritarismo con relación a los objetivos nacional sindicalistas. A este respecto, solo una aclaración: en los años treinta la democracia era lo que tiene que ser, un medio mecánico para elegir mediante sufragios a los gobernantes componentes de listas de partidos (J.A. se enfrenta constantemente a todo tipo de sufragios). Hecha esta salvedad, pasamos a transcribir las citas de J.A. en parte de sus discursos y conferencias, para lo cual no hay mejor orden que el cronológico, por lo tanto, empezamos con el discurso fundacional pronunciado el 29 de octubre de 1933 en el teatro de la Comedia de Madrid.
“Antes, en otras épocas más profundas, los Estados, que eran ejecutores de misiones históricas, tenían inscritas sobre sus frentes, y aun sobre los astros, la justicia y la verdad. Juan Jacobo Rousseau vino a decirnos que la justicia y la verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante, decisiones de voluntad”
“venía a resultar que el sufragio, esa farsa de las papeletas entradas en una urna de cristal, tenía la virtud de decirnos en cada instante si Dios existía o no existía, si la verdad era la verdad o no era la verdad, si la Patria debía permanecer o si era mejor que, en un momento, se suicidase”
“De ahí vino el sistema democrático, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de derroche de energías”.
“Vino después la pérdida de la unidad espiritual de los pueblos, porque como el sistema funcionaba sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspiraba a ganar el sistema, tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que procurárselos robándolos, si era preciso, a los otros partidos y para ello no tenía que vacilar en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento y con ello nos depararon la esclavitud”.
“En los países donde se ha llegado a tener parlamentos más brillantes e instituciones democráticas más finas, no teníais más que separaros unos cuantos metros para encontraros con tugurios infectos donde viven hacinados los obreros y sus familias, en un límite de decoro casi infrahumano. Y os encontraríais trabajadores de la tierra, abrasadas las costillas, y que ganaban durante todo el año, gracias al libre juego de la economía liberal, setenta u ochenta jornales (míseros)”. “Y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas…”