martes, 17 de julio de 2012

AMISTAD...


La amistad, ese valor que aún parece seguir celebrándose con entusiasmo e intensidad, a día de hoy se tambalea profundamente, así como todos los demás valores fundadores de nuestra civilización europea, debido al egoísmo individualista y a la post-modernidad burguesa triunfante.

Sin embargo, después de Dios y la familia, nada es tan importante como la amistad, el cimiento de todos los actos dignos y de todas voluntades generosas del hombre.

Pero la amistad no es aquello a lo que habitualmente la reducimos hoy día.

La amistad no es ese tipo de triste promiscuidad festiva de viernes y sábado por la tarde, ese pobre lazo semanal al que nos atamos en las sombras y con el cual solo compartimos un patético y etílico desamparo común; en el corazón de estas grandilocuentes alianzas de individualidades las personas se cruzan sin encontrarse jamás.

No, la amistad no es eso. La amistad, es la forma posiblemente más pura, así como la más desinteresada, ausente de apetencias físicas, del amor.

La amistad no es algo puntual o pasajero, es una de esas permanencias raras de la existencia. Sentimiento fuerte y elevado, la amistad es extraordinariamente exigente por naturaleza.

Ella no necesita pruebas, se nutre de una manera natural y por eso una amistad se mantiene. Como toda cosa seria, no se contenta con palabras y grandes declaraciones.

Ninguna amistad sin esfuerzo, sin don, sin sacrificio…

No es de extrañar que la amistad suela ser consustancial con el compromiso político con el que se comparten numerosos puntos comunes.

La amistad es una complicidad, un intercambio, una visión común alimentada por la ira compartida y la rebelión.

Es también la aceptación de los defectos y las debilidades del otro, pero no una aceptación complaciente y fácil, sino una aceptación por el contrario combativa y furiosa, que procura elevar y corregir el otro.

La amistad es también saber qué se demanda, porque incluso los amigos más cercanos y los más atentos, arrastrados por la locura ruidosa de la existencia, no siempre pueden percibir las dificultades, las penas o las expectativas de los otros.

Atención, ayuda, dinero, tiempo, apoyo… podemos pedirle todo a un amigo, sin consideración de orgullo mal entendido. Nunca hay que inclinarse entre amigos.

La amistad es una exigencia de sinceridad reciproca.

La amistad es lo que queda cuando uno lo ha perdido todo.

Y si queda una amistad, jamás perdimos gran cosa…


(“Ami, entends-tu…”  viejo articulo de ZENTROPA traducido porPintanBastos!)

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