lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Anarquistas? No, ¡sinvergüenzas!

"Fue un error por parte de la República el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera; españoles de esa talla, patriotas como él, no son peligrosos ni siquiera en las filas enemigas. (…) ¡Cuánto hubiera cambiado el destino de España, si un acuerdo entre nosotros hubiera sido tácticamente posible, según los deseos de Primo de Rivera!”. 
Diego Abad de Santillán, dirigente anarquista.


“Considero una insensatez y un error capital condenar y fusilar a José Antonio en estos momentos… Sinceramente, y, hablando entre nosotros, no reconozco ninguna razón o pretexto que aconseje, y mucho menos justifique, tan precipitada e insólita decisión. Más que una gravísima falta de tacto político de nuestro Gobierno, la condena de Primo de Rivera tiene todas las trazas de obedecer a una turbia maniobra planeada por una camarilla de individuos de indudable peso político en las altas esferas del ejecutivo republicano interesados en echar más leña al fuego de la discordia civil; en exacerbar aún más las pasiones ya desatadas y desbordas hasta límites inverosímiles en los cuatro cuadrantes de nuestra España en llamas”.

Buenaventura Durruti, dirigente anarquista, muerto en extrañas circunstancias el mismo 20 de noviembre de 1936.



“La muerte de José Antonio cambió profundamente la historia de España. Con José Antonio desaparece, en mi opinión, la España con preocupación social y revolucionaria fuera de las ideas socialistas, y se vuelve a la España del capitalismo y de la aristocracia, que hoy tiene fuerte entronque con la banca y las compañías eléctricas”.
Manuel Murillo, Secretario General del Partido Socialista Federal.



"Por eso solía decir que a España no se la puede mirar desde una sola perspectiva, desde un solo flanco, sino por entero, en su plenitud. Cara a cara y en los ojos y con los ojos de lo eterno. Eterno para él no era sólo, ni sobre todo, un pasado intemporal continuado en el ayer, pues claro está que una eternidad que no contuviera en su seno el presente no sería tal. Y en el presente sentía la palpitación y el augurio del futuro. Una gran codicia de provenir español le movía, y sin entregarse a optimismo ilusorios ni habitar nunca el país de la utopía, tenía la creencia de que España, país en ascenso, a pesar de los pesares, podía lograr un alto y digno puesto en el acontecer universal a condición de unir los valores vitales innegables que posee a los valores del espíritu, de la inteligencia, de la abnegación y de la unión, que le han solido fallar. Por ello, la guerra civil se le parecía como el mal perpetuo de la vida española, como el peor cáncer que devoraba toda la voluntad de ascenso de la nación en la Historia contemporánea, pero no se le ocultaba a sus claros ojos que sólo por medio de una guerra civil, violenta, podía acabarse esa pugna sorda y latente que nos estaba envenenando desde hacía siglo y medio. Así sus últimas palabras fueron para desear y esperar que la sangre tan abundantemente vertida en nuestros campos fuera la última de las discordias civiles hispánicas y abono para una siembra fecunda en el mañana. A cuantos compartimos sus alegrías y sus tristezas, sus desesperadas esperanzas, sus razones y sus pasiones, y su fe sobrerracional, corresponde ahora que no queden en polvo tan generosos y bellos sueños."
Eugenio Montes 


Antes de joder, leer, antes de criticar, culturizaros, vuestros propios dirigentes (aunque bien seguro estoy que cualquier anarquista de los de antes os daría garrote vil en cuanto aparecierais con vuestras repugnantes crestas mugrientas por la esquina de cualquier calle) apoyaban a Jose Antonio Primo de Rivera, ni siquiera querían su fusilamiento, y seguramente, se avergonzarían de que fuerais, los días de su homenaje (20-N) a aguarles la fiesta a unos pocos... 

Replantearos vuestra vida, replantearos coger un libro, leer, o simplemente intentar comprender, que no sois anarquistas, que sois perros del sistema, que sois las víctimas de la sociedad en su máximo esplendor y que lo único que quiere el sistema es la dictadura del pensamiento único de la cual, vosotros sois sus mejores representantes... Ojalá fuerais, de verdad, verdaderos anarquistas.


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