martes, 12 de marzo de 2013

No bajar los brazos...



La conducta que naturalmente queremos para nosotros y para nuestras hermanas y hermanos (ya que para ellos queremos lo mejor) va en abierta oposición -como ya se ha querido señalar- a lo que el Gobierno de turno les depara, sea cual fuere la tendencia que tenga.
Nosotros buscamos la elevación del espíritu: el ser personas correctas y gentiles, el de salir adelante y triunfar en la vida. Ellos entre otras cosas el clientelismo político, el tráfico de drogas, las zonas liberadas y la inestabilidad a niveles soportables. Es por eso que aquellos hombres y mujeres que todavía hoy tienen una fuerte moralidad son los nuevos peligrosos, de lo cual surgue claramente (aunque suene a frase trillada) que no bajar los brazos ante el influjo de la decadencia es para los que tienen el poder como portar un fusil, y decir cosas distintas a las que dicen ellos como disparar.

Vale aclarar, si es necesario, que el problema de la ausencia de moralismos entre los contemporáneos es un problema del no emparentarse con el puritanismo o el reproche autoritario. Y que de la misma manera en que el paternalismo moral importa una sanción, su ausencia total es hoy un mandato o coerción aún más severa: el de mantener una cierta obscenidad bajo pena de exclusión social.
Esto significa que en virtud de la Nueva ética -llevada a nuestras familias por obra y gracia del Estado, la Prensa, y otros intelectuales bajo el control del dinero internacional - la norma fundamental es la transgresión del tabú, de los valores y de la Tradición, con lo que la cultura popular ha derivado en aquello que en otra época sería tildado de anti-cultura, principalmente en cuanto a la glorificación de lo grotesco, la ‘sexualización’ de todo ocio rozando la pornografía, y la imposición del materialismo como estilo de vida.

En este sentido resulta claro que los desastres y la corrupción del sistema capitalista burgués hace que muchos jóvenes quieran sentir una “rebelión” contra el sistema. Pero esa rebelión nunca dejará de ser meramente ‘política’ mientras que en nuestra vida, en nuestro ocio y manera de actuar nuestro espíritu y consciencia estén libremente impregnados de los anti-valores de aquél sistema.

Así convenido la necesidad indica otra vez el camino, y “no bajar los brazos” se presenta como si fuera una doctrina de profunda rebelión, una rebelión que no debe conducirse contra nuestras familias, ni contra la propia identidad, ni transgrediendo hasta las creencias más profundas como su retorcida intención nos dice, sino a su favor; una doctrina que tiene sus principios elementales en la memoria de los abuelos y los padres e incluso antes; a los hombres y mujeres de hoy a los principios elementales les gusta llamarles valores –aunque a menudo no capten el sentido de sus propias palabras y sean abusadas luego por políticos- : los valores son las palabras que sí encierran un significado honorable.

Fuente: Comunidad & Identidad

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