jueves, 18 de octubre de 2012

España, prisionera de políticos y de 16 millones de lobotomizados, esclavos y clientes.


Francisco Rubiales.- España avanza con paso firme hacia su destrucción como país y como proyecto de convivencia, empujada por una casta política inepta, alejada de la democracia y de las menos preparadas y eficientes del mundo occidental. Pero, a pesar de los estragos visibles que el mal gobierno está causando (desempleo, pobreza, tristeza, desesperación, injusticia, abuso de poder, etc.) y de la evidente necesidad de regenerar la democracia, hay unos 17 millones de personas que sostienen el sistema y siguen apoyando el bipartidismo siniestro y antidemócrata que destroza la nación.
Esa masa de votantes fijos y fanáticos empedernidos apoyan con su voto al PSOE (unos siete millones), al PP (otros siete millones) y el resto a Izquierda Unida y a los nacionalismos. Su principal rasgo es que votan a los suyos hagan lo que hagan, aunque haya quedado demostrado que esos partidos destruyen la nación y causan daños terribles a la ciudadanía. La masa fanática está integrada por la misma casta política,por sus aliados ricos y poderosos, por los militantes, por los que viven y cobran gracias a su partido y por una corte de periodistas sometidos, empresarios dependientes del negocio público y banqueros y profesionales inmorales y babosos entregados al poder.
Esos fanáticos recalcitrantes, que no votan por ideas o por ideales, sino por conveniencia, son los enemigos de España, sostenedores de la gran vergüenza nacional que representa un sistema decadente e injusto al que llaman “democracia” sin que se parezca en nada a ese digno sistema político inventado en la Grecia clásica.
Todos viven al amparo de una gran mentira que los periodistas sometidos al poder y sus amos políticos proclaman cada día: “El mejor sistema político es la democracia y los que pretestan es porque quieren destruirla”.
Ocultan cuidadosamente que la inmensa mayoría de los españoles que protestan y rechazan el sistema corrupto e injusto que nos gobierna lo que deseamos y proclamamos es, precisamente, una democracia verdadera.
Ni una sola de las normas y reglas básicas del sistema democrático es respetada en España, donde no existe igualdad ante la ley, ni separación de los poderes básicos del Estado, ni control democrático de los poderes públicos, ni elecciones verdaderamente libres en las que los ciudadanos puedan elegir sin obstáculos a sus representantes, ni una sociedad civil fuerte e independiente, capaz de servir de contrapeso al poder, ni una prensa crítica que cumpla con su deber de fiscalizar a los grandes poderes. España es un páramo antidemocrático, sin ciudadanos, donde el poder es ejercido sin controles por una casta política insaciable y torpe, encuadrada en partidos políticos que anteponen siempre sus propios intereses al bien común y al interés general.
Pero los “perros del poder” repiten una y otra vez que la democracia es el mejor sistema y que los que salen a las calles a protestar quieren acabar con ella, ocultando que los que han acabado con la democracia, en verdad, son los González, los Aznar, los Zapatero, los Pujol, los Ibarretxe, los Rajoy y otros muchos políticos ajenos por completo a la democracia, a la verdad y a las verdaderas libertades cívicas.
España es un país sin auténticos ciudadanos, poblado por masas de borregos hábilmente engañados y conducidos por políticos profesionales que utilizan cualquier método para imponer su voluntad y controlar el poder y sus privilegios. Han hecho pagar a los ciudadanos, en especial a los más débiles, el grueso de la factura de una crisis que ellos mismos, con su torpeza y corrupta irresponsabilidad, han provocado. Sin renunciar al grueso de sus privilegios, han aplastado con impuestos a los ciudadanos y a las empresas, provocando el empobrecimiento del país, sólo para que al Estado jamás le falte la cartera llena de billetes. Son los culpables directos del cierre de´200.000 empresas asfixiadas porque las administraciones no les pagaban las deudas, gente detestable que anteponen una y otra vez sus intereses a los de la ciudadanía, los mismos que han impulsado el nacionalismo y la división de l sociedad, los que han entretenido y lobotomizado al pueblo con la televisión basura y el espectáculo, sin jamas estimular los valores cívicos, ni la participación ciudadana, ni la responsabilidad compartida.
A pesar de los estragos que han causado, nunca han pedido perdón, ni han denunciado los desmanes y abusos que cometían sus colegas políticos, desde robos a enriquecimientos ilícitos, sin olvidar el uso del dinero público para beneficiar a los amigos del poder y la manipulación de la verdad, de los concursos públicos y oposiciones y del principio de igualdad de oportunidades, violado una y mil veces cuando los políticos colocaban en el Estado, con sueldos públicos, a sus compañeros de partido, familiares y amigos.
Hay nada menos que 17 millones de enemigos de la democracia y del progreso, impidiendo que España sea una nación decente, justa y orientada hacia la justicia y los valores fundamentales. Forman una legión detestable, comandada por los políticos y soportada por jueces sometidos, periodistas mentirosos, banqueros inmorales, empresarios babosos y millones de ciudadanos lobotomizados y presos de la irracionalidad, el servilismo y el fanatismo más degradante.
Frente a esa masa indigna e involucionista, apenas hay un par de millones de verdaderos ciudadanos, gente responsable, cumplidora y consciente de que la democracia no es un sistema que se instaura sino una conquista que hay que vigilar y defender cada día y que no existe democracia si no se establecen férreos controles ciudadanos a los políticos, a los partidos y a los gobiernos. Saben que la democracia es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos.
La mejor manera de derrotar a ese ejercito del mal no es enfrentarse a él directamente, porque entonces emplearían contra los ciudadanos sus armas y recursos ingentes en poder del Estado, sino desacreditándoles y poniendo de manifiesto sus vilezas con argumentos, ideas y comportamientos rebeldes ejemplares, logrando que disminuya cada día más la tropa lobotomizada y engañada, consiguiendo que los cómplices y perros del poder que soportan esa inmensa canallada se arrepientan de sus traiciones y suciedades y se incorporen a la ciudadanía, a los valores democráticos, a la decencia y a la construcción de una sociedad mejor, regida por la verdadera democracia de hombres y mujeres libres.
Ese es el único camino.

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