Y en esto estamos solos. Fuera de nosotros, ved los partidos en dos bandos: las
izquierdas, insolidarias con el pasado; las derechas, insolidarias con el presente. Las
izquierdas, que lo entregan todo al azar de las urnas, a la suerte de las urnas, aunque
salgan de las urnas desmembraciones y blasfemias. Las izquierdas, que dicen: "Sea lo
que quiera el cuerpo electoral", como si el cuerpo electoral, como si nosotros, los
que votamos ahora, fuéramos los autores de España; como ' si pudiéramos hacer de esto,
que se nos entregó por el esfuerzo difícil de tantas generaciones, lo que nos viniese en
gana en un domingo; como si no nos importase a todos, más que la voluntad del cuerpo
electoral entero, la voluntad de Isabel la Católica. ¿Y las derechas? Las derechas, sí,
invocan a la Patria, invocan a las tradiciones; pero son insolidarias con el hambre del
pueblo, insolidarias con la tristeza de esos campesinos que aquí, en Andalucía, y en
Extremadura y en León, siguen viviendo –decía Julio Ruiz de Alda– como se
vivía hace quinientos años; siguen viviendo –os digo yo– como desde la
creación del mundo viven algunas bestias. Y esto no puede ser así. No se puede ensalzar
a la Patria y sentirse exento de sus sacrificios y de sus angustias; no se puede invitar a
un pueblo a que se enardezca con el amor a la Patria si la Patria no es más que la
sujeción a la tierra donde venimos padeciendo desde siglos. No se puede invocar a la
Patria y gritarnos ahora, en la ocasión difícil: "¡Que se nos hunde la Patria!
¡Que perdemos los mejores valores espirituales!", cuando quienes lo dicen nos han
puesto en esta coyuntura, en este inminente peligro, por no votar un aumento de impuestos
sobre los Bancos y las grandes fortunas.
Nosotros no nos conformamos con ninguna de esas dos mitades. No creímos que fuera
remedio para el primer bienio el segundo. No creemos que después del bienio cruel haya
sido ninguna ventaja el bienio estúpido que ahora enterramos. No creemos que, si se ha
sido tuerto del ojo derecho durante dos años, se arregle nada con volverse tuerto del ojo
izquierdo. Queremos ver una España entera, armoniosa, fuerte, profunda y libre: libre
como Patria, que no soporte mediatizaciones extranjeras ni trato colonial en lo
económico, ni tenga sus fronteras y sus costas desguarnecidas, y libre para cada uno de
sus hombres, porque no se es libre por tener la libertad de morirse de hambre formando
colas a las puertas de una fábrica o formando cola a la puerta de un colegio electoral,
sino que se es libre cuando se recobra la unidad entera: el individuo, como portador de un
alma, como titular de un patrimonio; la familia, como célula social; el Municipio, como
unidad de vida, restaurado otra vez en su riqueza comunal y en su tradición; los
Sindicatos, como unidad de la existencia profesional y depositarios de la autoridad
económica que se necesita para cada una de las ramas de la producción. Cuando tengamos
todo esto, cuando se nos integre otra vez en un Estado servidor el destino patrio, cuando
nuestras familias y nuestros Municipios, y nuestros Sindicatos, y nosotros, seamos, no
unidades estadísticas, sino enteras unidades humanas, entonces, aunque no formemos cola a
las puertas de los colegios para echar los papelitos que acaso nos obligaron a echar
nuestros usureros o nuestros amos, entonces sí podremos decir que somos hombres libres.
Frontón Betis, de Sevilla, 22 de diciembre de 1935
Jose Antonio Primo de Rivera.
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