"Maquiavelo y la Historia en general demuestran
que en política se afirman con preferencia los que saben pasar por encima de
los escrúpulos y de los imperativos de la propia conciencia. Aquí está el quid
de la cuestión. No se crea que hoy, en régimen parlamentario-democrático, ha
dejado de ser cierto. El fenómeno se ha acentuado pavorosamente. No se trata ya
de concebir planes de vasto alcance, como en la patriótica y primitiva elucubración
del Secretario florentino. Se trata por el contrario, de un maquiavelismo de
vía estrecha, y por ello mucho más mezquino e innoble, destinado a poner en
evidencia a los compañeros de corriente o partido, a montar un escándalo
inexistente, a pasar de contrabando falsas acusaciones, difícilmente
desmentibles. En otras palabras, lo que hacen corrientemente nuestros
políticos, que se declaran solidarios pero que no lo son, que juegan con dos
barajas, que se mueven por la jungla política comportándose con escasa
corrección en sus relaciones con sus colegas.
Hoy que la política se hace sobre todo no por lo
que es, sino por lo que se aparenta ser, asistimos a un verdadero triunfo del
maquiavelismo más destructivo. En este aspecto se distingue especialmente la
prensa; lo mismo la de partido que, peor aún, la independiente o seudoindependiente.
La prensa tiene a silenciar las noticias que interesan más y a minimizar o
ignorar a propósito lo que está en contradicción con “las verdades” que se
desean inocular insidiosamente en los cerebros de los lectores. Y también esto
es maquiavelismo, y del más bajo, porque actúa de un modo discreto, indoloro y aprovechándose
de la buena fe ajena."
Carlo Sburlati
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