La bandera de la unidad y del vigor de España.
Lo nacional: la Patria
Vivimos los españoles una época
decisiva. Tenemos a la intemperie lo más profundo, valioso y delicado.
Época en que el riesgo y el peligro cerca, no sólo a nosotros y a los
utensilios sociales de nuestra vida, es decir, no sólo a nuestras
instituciones, a nuestro bienestar, a nuestra cultura, sino a nuestra
propia Patria. Ello después de cuatro siglos de unidad y de ser España
la primera unidad nacional de la Edad Moderna
Hay que sacrificarlo todo a lo
nacional. Y a la vez que decimos y proclamamos que nada nacional nos es
ajeno, manifestamos también el resultado de nuestras pesquisas en pro de
una solución a la angustia española de esta época.
Ese resultado a que aludimos es que hay
que llevar al pueblo, a todo el pueblo, la suprema cuestión de España y
de su destino. Todo consiste en extender y propagar ante todo el pueblo
la gran verdad de que sus intereses todos, desde el más alto y profundo
de tener una gran Patria, hasta el de vivir con un mínimo de paz,
pasando por el de atender a las necesidades económicas de cada día,
dependen en realidad de que España sea o no un gran pueblo libre, una
nación fuerte y justa, un Estado vigoroso y nacional.
La Patria es más necesaria a las capas
populares que a los privilegiados. Hay que dar, pues, en medio de todo
el pueblo el aldabonazo de servicio a España, la consigna nacional, de
forma que la hagan suya y la vigoricen con su aliento las más amplias
zonas de españoles.
Nacionalizar a los españoles, a todo el
pueblo, ligar su destino con el destino nacional de España. Ese es el
camino más inmediato, la tarea más importante.
Nada nacional nos es ajeno, repetimos.
Pero parece necesario ser exigentísimo acerca de lo que sea lo nacional,
y cuáles son las fuerzas nacionales. Nacional será para nosotros todo
aquello -organizaciones, ideas y hombres- que coloque la victoria
española por encima de cualesquiera otra. Y que se afane de un modo
positivo por el imperio y el triunfo de la causa española.
Repetimos en este primer número nuestra
entrega a lo nacional, nuestra decisión de considerarlo como el primer
ingrediente de cuanto hagamos. Todo lo nacional encontrará aquí
resonancia, [Visado por la censura] y todo lo antinacional combate firme
y sin tregua.
Sin España, sin la Patria, nada.
Lo sindicalista: el Pan
Dos realidades inmediatas llevan hoy de
la mano a los españoles a encararse con el problema de la organización
social de nuestra Patria. Una, la conmoción marxista. Otra, la crisis de
trabajo, el paro obrero y la anormalidad notoria con que se desenvuelve
la economía nacional.
Se trata de organizar la vida de la
producción y del consumo de modo que todos los españoles útiles y
capaces tengan garantizada una subsistencia normal y digna, sin entrar a
saco en las economías privadas ni perturbar en el más mínimo grado la
producción nacional. Basta con un Estado en línea de rendimiento, un
pueblo disciplinado en su propio beneficio y unas organizaciones, unas
estructuras sociales vigorosas.
Hicieron crisis las organizaciones
obreras de base marxista. Sus sindicatos eran nidos de agitación,
trincheras al servicio de los intereses políticos de las burocracias
socialistas. Parece que lo más urgente ahora es destruir hasta la más
profunda raíz esas madrigueras rojas y presentar a las masas ingenuas y
desilusionadas el panorama de una vida sindical a extramuros de la
preocupación revolucionaria bolchevique.
Nosotros estamos convencidos de que
sólo los Sindicatos nacionales, es decir, los Sindicatos obreros
identificados con la ruta nacional de España y, por tanto, constituidos
en sus propios defensores, pueden desarrollar entre las masas la
atmósfera que se precisa para desplazar definitivamente a las
organizaciones marxistas.
El problema de las estructuras sociales
está ligado íntimamente a la existencia nacional de España y a la
subsistencia material de los españoles. No hay posibilidad de vida
económica si se carece de unos instrumentos sociales que representen y
disciplinen los factores diversos que intervienen en el proceso
económico. Esos instrumentos son los Sindicatos.
El Estado que en nuestro tiempo no
advierta y, por tanto, no utilice a los sindicatos como poleas
imprescindibles de su acción, es un Estado ficticio, enclenque y sin
vigor. España, pues, necesita orientar su vida social hacia el plano de
la sindicación de todos cuantos elementos intervengan de algún modo en
la producción nacional. Sindicatos nacionales y obligatorios en todas
las ramas. Eso queremos.
Los Sindicatos, como células reales de
la vida social, son la mejor garantía contra el paro, las crisis y la
anarquización de la vida económica.
Nosotros desarrollaremos gran actividad
-toda la que nos sea posible- en la tarea de llevar a los españoles la
convicción nuestra de que es preciso sustentar la vida de la Patria
sobre bases sindicalistas, como paso a las grandes corporaciones
reguladoras de toda la economía.
Es nuestra angustia por el vivir diario
de los españoles, la preocupación por sus patrimonios, el afán de
evitar la ruina de los pequeños industriales y labradores, el exterminio
definitivo del hambre y de la miseria, lo que nos conduce a señalar y a
insistir en la creación de Sindicatos amparadores, responsables y
ligados de modo auténtico a los intereses de todo el pueblo que trabaja.
No concebimos el Estado y la sociedad
misma sin esas formidables instituciones que son los Sindicatos, así
como la necesidad imperiosa de sustraer esos organismos a toda
influencia internacional y todo servicio a las grandes encrucijadas
revolucionarias del marxismo.
Lo nacional y lo sindicalista, es decir, la Patria y el Pan.
Lo nacional-sindicalista: la Justicia
Creemos no tener que esforzarnos en
convencer a todos de que sin Justicia la vida es un infierno permanente.
Dar a cada uno lo que es suyo, bien, pero la vida de los grandes
pueblos exige completar esa frase con algo como lo siguiente:
Dar cada uno a los demás, a la Patria que los representa, el servicio necesario.
Y decimos a todos los españoles: la
existencia de España tiene que basarse en dos cultos: el culto a lo
nacional, a la Patria, y el culto social, al pueblo. Esa es la síntesis y
el nervio del nacional-sindicalismo. Sólo así haremos de España un
hogar para todos los españoles y sólo así conseguiremos el orgullo de
vivir en un pueblo libre y fuerte.
Lo nacional-sindicalista conduce, pues,
a sustentar la vida histórica de nuestra Patria española sobre los más
firmes pilares. Hace de todos nosotros soldados activísimos de la
grandeza de España, como Patria justa, como bandera noble y eficaz
frente a la brutalidad y la explotación de los pueblo
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